Britney Spears logró lo que tanto anheló: dejar de estar bajo la tutela de su padre, James Spears. Fueron años de una lucha constante, de ir una y otra vez a la Justicia para ser escuchada.
Todo comenzó en 2008, cuando la jueza que entiende en la causa dispuso que la artista no se podía valer por sus propios medios. En ese momento lo aceptó, pero con el correr de los años, ella fue recuperándose, y empezó a ver cuestiones que no le gustaron, como movimientos dudosos en sus cuentas bancarias.
La disposición indicaba que no podía hacer nada sin el consentimiento de progenitor. Primero, no disponer de sus millones. Pero eso no quedó ahí, tampoco podía hacer compras –días atrás se compró un Ipad después de 13 años sin hacer una compra-, no podía quedar embarazada, por ejemplo, ni disponer su vida.
Todo esto no era gratis, no era una cuestión de amor, sino que ella debía pagarle a su padre por los servicios prestados. Se volvió un negocio y por eso todo este tiempo se negó a soltarla, hasta ahora, que la presión social, a través del #FreeBritney, que se hizo escuchar.
Según informó TMZ, James decidió ponerle fin a la batalla mediática con su hija. La información indica que se acercó al Tribunal para llevar adelante una transición ordenada, más allá que su abogado sostuvo que “no hay razón para suspenderlo o removerlo”.
De esta manera, Britney logró lo que quería. En todo momento sostuvo que estaba dispuesta a tener una tutela, pero deseaba que fuera otra persona, y no su papá, porque ya no confiaba en él y en los movimientos financieros.