El jueves 8 de septiembre de 2022 marcó el fin de una era en el Reino Unido, cuando se confirmó el fallecimiento de la reina Isabel II a los 96 años de edad. La corona británica informó en su momento a través de las redes sociales que: "La reina murió pacíficamente en Balmoral. El Rey y la Reina Consorte permanecerán en Balmoral esta noche y volverán a Londres mañana".
Con la partida de una de las monarcas más longevas y queridas de la historia, surgieron muchas preguntas sobre su legado, especialmente sobre el destino de su vasta fortuna y su valiosa colección de joyas, estimada en cientos de millones de libras.
Dos años después de su fallecimiento, en 2024, aún existen muchas incógnitas acerca de la distribución de sus bienes. Como es costumbre en la familia real, los testamentos están sellados, lo que ha mantenido en vilo a la opinión pública y a los historiadores. En una reciente entrevista con Page Six, Lauren Kiehna, autora de The Court Jeweler, explicó que “no conocemos todos los detalles sobre la propiedad de todas las joyas reales, y es probable que ahora no tengamos mucha información detallada sobre su herencia. Los testamentos reales están sellados, por lo que no podemos buscar orientación en esos documentos”.
Una de las hipótesis más fuertes, según Kiehna, es que la reina Isabel II habría seguido los pasos de su abuela, la Reina María, y de su madre, la Reina Isabel, la Reina Madre, y legado todas sus joyas directamente a su hijo, el actual monarca, Carlos III.
Este enfoque no solo sigue una tradición familiar que refuerza la continuidad en la monarquía, sino que también es una estrategia fiscalmente beneficiosa: “Este método de herencia tiene beneficios tanto históricos como relacionados con los impuestos”, reveló la historiadora. De este modo, Carlos III habría recibido una colección de joyas que incluye coronas, tiaras y piezas icónicas que forman parte del patrimonio cultural del Reino Unido.
El hecho de heredar las joyas a su hijo, en lugar de distribuirlas entre otros miembros de la familia, también tiene un sentido práctico, dado que, en Inglaterra, si las joyas se regalan por separado a otras personas, estas estarían sujetas a un impuesto considerable. “Es mucho más conveniente la herencia a su hijo, como en este caso a Carlos III”, agregó Kiehna. La tradición de preservar las joyas en manos del monarca asegura que continúen siendo parte de la historia viva de la familia real, usadas en ceremonias importantes y eventos de Estado.