Hace nueve añosShannen Doherty conmovió a sus seguidores. Esta vez no protagonizaba un escándalo amoroso, una producción erótica ni un éxito televisivo. Su noticia era íntima y personal: contó que padecía cáncer de mama. Comenzó un camino de tratamientos, cirugías y quimioterapia. Hace poco reveló que la enfermedad había hecho metástasis en el cerebro y admitió que quedaba poco por hacer. En un admirable proceso de aceptación a través del podcast Let's Be Clear, narró cómo se prepara para morir.
En uno de los últimos episodios dijo con sencillez que desea facilitarle a su mamá los dolorosos trámites y el reparto de pertenencias que siguen cuando alguien que amamos ya no está. "Como será muy difícil para ella, quiero que otras cosas sean mucho más fáciles. No quiero que tenga un montón de cosas con las que lidiar. No quiero que tenga cuatro almacenes llenos de muebles". Ante la entereza que mostró con su enfermedad, no se puede menos que admirar a esta mujer serena y sabia y que en su pico de fama fue una joven distante, caprichosa y antipática.
Shannen Maria Doherty nació en Memphis el 12 de abril de 1971. Desde chica supo que sería actriz. Después de actuar en algunas obras en la iglesia a la que asistía con su familia, el director le aseguró a su madre que su hija contaba con el talento y la determinación necesarias para dedicarse al mundo del espectáculo. La mujer primero se negó, pero Shannen insistió durante dos años y logró que le tomaron algunas fotografías. Resultó que el fotógrafo trabajaba para una agencia publicitaria y presentó sus imágenes. Con diez años, la morocha de ojos azules comenzó a protagonizar anuncios publicitarios.
Michael Landon miraba distraído la televisión cuando en una publicidad de hamburguesas quedó sorprendido por Shannen. Como productor vio el potencial de esa nena y la convocó para un pequeño papel en su serie El padre Murphy, dos años después volvió a llamarla para la última temporada de La familia Ingalls y la primera de Camino al cielo.
Si Michael Landon la hizo entrar en la televisión fue el todopoderoso productor Aaron Spelling quien le dio la llave de la megafama. A principios de los 90 la eligió para un personaje protagónico (Brenda) en una serie que se convertiría en un éxito mundial: Beverly Hills 90210.
La serie narraba la historia de un grupo de adolescentes millonarios y glamorosos pero solitarios y tristes de Beverly Hills. A ese mundo llegaba Brenda y su mellizo, Brandon Walsh (Jason Priestley) que si bien no eran ricos en dólares tenían una mamá amorosa y un padre presente algo que en ese mundo cotizaba alto. La historia no era ni compleja ni original pero pronto atrapó a miles de adolescentes.
Aunque la ficción mostraba a un grupo de amigos que se querían mucho y se peleaban poco, cuando se apagaban las cámaras la realidad era muy distinta. Las amigas inseparables de la ficción Kelly (Jennie Garth), Donna (Tori Spelling) y Brenda, fuera de los sets no se soportaban. Garth contó que con la morocha a veces se querían "arrancar los ojos". Doherty tampoco disimulaba su antipatía, en una escena tiró de la pollera de Garth que quedó semidesnuda, avergonzada y enfurecida.
Las actitudes de diva o de antipática de Shannen eran cotidianas. Si al set la trasladaban con un taxi y no con una limousina, maldecía. Era impuntual al extremo para llegar a ensayos y grabaciones, maltrataba a productores y técnicos y jamás se disculpaba. Años después Jason Priestley reveló sin sutilezas que a ella "todo le importaba una mierda", y la definió como "caprichosa e insoportable".
Pero si "la venganza es un plato que se come frío", productores y guionistas se tomaron una revancha contra la mini diva. En la segunda temporada la dulce adolescente enamorada de Dylan se convirtió en una novia caprichosa, celosa y traicionera. Sus fans se convirtieron en haters y comenzaron una campaña anti Brenda. Bajo el lema "I hate Brenda" ("Yo odio a Brenda") se reunían y hasta editaban una revista donde la defenestraban. A ella parecía no importarle "Sé que tengo muy mala fama, y eso es algo que no comprendo. Cualquiera que me conozca sabe que soy una persona muy fácil de tratar, mis compañeros pueden decirlo, así que no sé de dónde salen esas historias de que no me gusta relacionarme y de que voy de estrella”, reseña Vanity Fair.
Shannen no solo no cambió su actitud sino que la profundizó. Contó que evaluaba posar desnuda en la edición estadounidense de Playboy y que no le importaba romper la imagen angelical de la serie. El colmo fue cuando una discusión menor con Jennie escaló en violencia y la morocha le pegó una trompada a la rubia. Spelling decidió darle un ultimátum a Shannen. Según relató el productor “la llamé a mi oficina y le dije que ya estaba cansado de su comportamiento y de sus aires de superioridad, y que si no cambiaba nos veríamos obligados a prescindir de su trabajo”. Lo asombroso fue lo que sucedió, Spelling pensó que la actriz se asustaría o al menos ensayaría una disculpa pero no. “Me miró tranquilamente a los ojos y me contestó que ella era la estrella de la serie, que sin ella sería un fracaso y que seguiría haciendo lo que le diera la gana”. Luego de esa charla, el productor la despidió. Como una última venganza los guionistas enviaron a su personaje a Londres para que… estudiara actuación.
En 1998 la convocaron para protagonizar la serie Embrujadas, que narraba la lucha de las hermanas Halliwell por salvar a las personas de ataques de demonios y fuerzas del mal. Ya desde la foto promocional Shannen mostró que seguía siendo una diva fatal. Exigió ocupar el lugar central, y como no se lo concedieron, lo consiguió a los codazos. Sus peleas con Alyssa Milano, una de las coprotagonistas, eran cotidianas. Así que en la tercera temporada "mataron" a su personaje y ella dejó de cobrar setenta y cinco mil dólares por episodio. Aseguró que no lamentaba marcharse porque "había demasiado drama en el plató y muy poca pasión por el trabajo".
En los años siguientes participó en películas intrascendentes, y del show televisivo Dancing with the stars donde el voto del público la eliminó en la primera ronda. Siguieron otros dos realities: Is Always Right!, sobre su propio casamiento, y Breaking Up With en el que ayudaba a novios y amigos a romper relaciones.
A la par de su explosivo temperamento su explosiva vida amorosa acaparaba portadas. Su romance con Dean Jay Factor, heredero del imperio de cosméticos Max Factor, terminó con una orden de alejamiento contra la actriz después de que ella lo amenazó con un arma y le aseguró que contrataría matones para darle una paliza. En 1993 luego de tres semanas de noviazgo se casó con Ashley Hamilton y al poco tiempo se separaron. En 2002, Rick Salomon, ex marido de Pamela Anderson, se convirtió en su esposo, el matrimonio duró apenas nueve meses. En 2011, se casó con el fotógrafo Kurt Iswarienko.
Fue en marzo de 2015, cuando a la actriz le detectaron un cáncer de mama y contó que recibía un tratamiento para evitar una mastectomía, pero en mayo de 2016 le extirparon el pecho tras encontrarle múltiples tumores. Dos años después anunció que la enfermedad estaba en remisión. Parecía que había ganado la guerra contra el cáncer pero solo fue una batalla. En diciembre de 2019 la enfermedad volvió pero además la cercaron otros problemas. Demandó a su representante por no renovar el seguro médico y se divorció de Iswarienko. Golpeada pero no derrotada, la actriz compartía su lucha en un podcast: “No acabé con esto de vivir. Ni con el hecho de amar. No terminé de crear. Ni con la esperanza de cambiar las cosas para mejor. Simplemente, no estoy acabada”.
Hoy la actriz reconoce que "se está preparando para la muerte". Sabe que son sus últimos días y desea cumplir un deseo: viajar con su madre. "Lo que me da alegría es llevarla a lugares a los que siempre quiso ir. Puedo construir recuerdos para la gente que quiero”. Para algunos parece una posibilidad imposible, pero la intrépida Shannen sabe que, ante los cachetazos de la vida, solo queda tener esperanza e intentarlo.