Para ser papá no hay manuales ni lugares dónde estudiar. Es probable que si uno tuvo un gran papá tiene grandes posibilidades de al menos repetir ese modelo. Ahora qué pasa cuando no tuviste modelos, entonces habrá que recurrir a la frase de Sartre que asegura que “somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros” y Pierce Brosnan es un gran ejemplo de eso.
Brosnan nació el 16 de mayo de 1953 en la ciudad irlandesa de Drogheda en el condado de Louth, pero su llegada lejos de traer felicidad trajo dolor. No había cumplido un año que su padre, Thomas Brosnan de profesión carpintero, se marchó sin dejar dirección ni dar explicaciones. Su madre sobrevivió como pudo pero con poco trabajo y sin dinero tomó una compleja decisión. Se mudó a Londres para trabajar como enfermera. Pierce tenía apenas cuatro años.
Los abuelos criaron a su nieto lo mejor que pudieron. Pero a los diez años todo empeoró. Sus abuelos murieron y se fue a vivir a una casa de hospedaje a cargo de una mujer llamada Eileen. No era fácil ser un niño sin familia en esa Irlanda ultracatólica. A Pierce como a cualquier hijo le pesaba el abandono de su padre. “Había una fractura profunda, un cierto aislamiento y una soledad que atenuaba con el maravilloso poder de la imaginación. Me las arreglé con mi propia intuición”, diría.
La casa de Mrs. Eileen no era el mejor lugar para crecer. Rodeado de jóvenes que trabajaban, Pierce dormía en un dormitorio comunitario. Su cama tenía un viejo colchón y una cortina alrededor para que la luz no lo molestara tanto. En esas noches solitarias miraba su marca de nacimiento en el brazo izquierdo y recordaba a su abuela repetir “Es una marca escarlata. Eres un chico con suerte. Eres un hijo con suerte” y se preguntaba dónde estaría esa suerte. En la escuela, sin mucha originalidad pero bastante maldad lo apodaban “El huérfano”
Recién en 1964 su madre logró que su hijo se mudara con ella a Londres. Se había casado con William Carmichael que además de amarla a ella decidió amar a su hijo. El cambio no fue fácil. Pierce pasó de la tranquilidad del campo irlandés a la frenética Londres. En la escuela ya no era “El huérfano”, ahora era “El irlandés”. Le costaba tener amigos y sufrió burlas por ser demasiado alto para su edad y su forma de hablar.
El mundo era difícil pero alguien se la hizo fácil. William lo llevó a Pierce a ver su primera película de James Bond, Goldfinger, con Sean Connery como espía. Con él, Pierce empezó a encontrarle sentido a la palabra papá.
A Thomas lo volvió a ver 30 años después de que éste lo abandonó. Apareció un domingo y con dos secos golpes llamó a su puerta. Le dijo que era su padre, tomaron un té. “Me contó que no había sido su intención habernos abandonado, que sólo se fue a buscar un buen trabajo. Me pareció un hombre agradable, pero después de tantos años el encuentro lo recuerdo como una decepción”. El hombre murió en 1988. “Me hubiera encantado conocerlo. Era buen silbador y caminaba bien. Eso es todo lo que sé de él”, contaría el actor.
Para 1970, Brosnan ya empezaba a trabajar como actor y en esa época la modelo australiana Cassandra Gleeson era una de las personas más fotografiadas de Londres. Bellísima, dos veces fue chica Bond. En 1970 se casó con Dermont Harris de quien tomó su apellido y tuvieron dos hijos, Christopher y Charlotte. En 1978, Harris falleció.
Con su corazón partido, Cassandra siguió viviendo cómo podía. Un sobrino de su marido le insistió para que saliera un poco y la invitó a una fiesta… A regañadientes, Cassandra aceptó. Su suegra le dijo que ella cuidaría a los niños. Cuando Brosnan la vio entrar cayó rendido a sus pies. No sabía si estaba frente a una mujer o una visión. Pero para ella él solo era “un hombre raro con el pelo corto". Sin embargo, el actor consiguió que aceptara una primera cita con él y luego varias más. Se enamoraron. Al tiempo Cassandra le presentó a sus hijos y Brosnan pensó que sí, que quería ser papá del corazón de esos niños.
El 27 de diciembre de 1980 se casaron con Christopher y Charlotte como felices testigos. Brosnan adoptó a esos niños como propios. La familia se consolidó y creció con la llegada de Sean, el hijo biológico de ambos. Ahora sí Pierce se sentía “un chico con suerte”, comenzaba a ganar fama y dinero gracias a la serie Remington Steele. Pero en 1987 un estudio rutinario de Harris terminó con un diagnóstico demoledor: cáncer de ovario. Comenzó una pelea desigual que ella afrontó con "con elegancia y humanidad, coraje y dignidad", como destacó Brosnan. Atravesó ocho operaciones, nada funcionó. Murió con solo 43 años.
Brosnan se encontró viudo y con tres hijos que ya no tenían a su mamá pero lo tenían a él. Acomodó horarios, arregló presentaciones, lloró a solas, pero nunca perdió el eje: era actor, pero sobre todo era padre. Alguna vez le preguntaron cómo hizo. "Mis instintos paternos son puramente míos. No se relacionan con nadie porque no tuve a nadie". En 1994, conoció a la periodista Keely Shaye Smith y se enamoraron. Ella lo amó a él pero también a sus hijos. Se casaron en 2001 y juntos dieron la bienvenida a sus hijos Dylan en 1997 y Paris en 2001.
Parecía que finalmente Brosnan era “un chico con suerte” pero su paternidad volvió a ser puesta a prueba. Sean, el hijo de Brosnan con Charlotte, salió a dar un paseo en auto con su primo, James Hall, por las colinas de Malibú. Una mala maniobra terminó con el auto rodando por un barranco. Brosnan se enteró y llegó casi con la ambulancia al lugar del accidente.
Desesperado pero entero acompañó a su hijo en el helicóptero que lo llevó al hospital; Sean estaba gravemente herido. Tenía fractura vertebral, de pelvis, en el brazo y un pronóstico devastador: podía quedar cuadripléjico. Se sucedieron varias semanas de incertidumbre hasta que Sean logró salir caminando y, por supuesto, apoyado en el brazo de su padre.
Todo parecía volver a acomodarse pero una tarde Charlotte pidió hablar a solas con su padre. Apenas la vio, comprendió que algo no andaba bien. No se equivocaba. Su hija le contó que padecía la misma enfermedad que se había llevado a su madre y a su abuela: cáncer de ovario.
A partir de ese instante intentó todo por salvarla. "Estaba dispuesto a llamar a todo el mundo, ir a donde fuera, cuidar de ella, hacer cualquier cosa por su hija en cualquier momento. Estaba desesperado", contó una amiga de la familia. Brosnan acompañó a su hija elegida en todo. "En medio de esas tardes, mañanas y días en que ella no tenía dolores, nos dábamos cuenta de lo hermoso que era todo". Lucharon juntos tres años pero otra vez les tocó perder. "El 28 de junio a las 2 de la tarde mi querida hija Charlotte Emily pasó a la vida eterna, tras fallecer a causa de un cáncer de ovarios", explicó su padre. Y agregó: "Nuestros corazones lloran la pérdida de nuestra preciosa hija. Rezamos por ella y porque se tenga a mano pronto la cura frente a esta maldita enfermedad”.
Con 72 años, Brosnan sigue siendo un hombre atractivo y un actor cotizado. Si se mira su fortuna y fama para muchos sí “es un chico con suerte”, pero para sus hijos, más que un “chico con suerte” es un auténtico e increíble padrazo.