TODO LO QUE DEBES SABER

El COVID-19 aumenta el riesgo de trombosis

Cada vez se conocen más secuelas que pueden producirse en casos graves de coronavirus. Considerar los factores de riesgo del paciente y estar atento a los síntomas, contribuye con el tratamiento temprano de los eventos trombóticos.

Por
Escrito en SALUD el

La pandemia por SARS-CoV2 provocó en muchos de los afectados por COVID-19 un incremento en la frecuencia de eventos trombóticos, tanto arteriales como venosos. Estos generan un fenómeno inflamatorio en el organismo que puede alterar el sistema circulatorio, facilitando la formación de coágulos.

Pero, ¿qué es un trombo? Es un coágulo de sangre que se produce en el interior de un vaso sanguíneo, dificultando o impidiendo la circulación. Cuando un trombo migra por la circulación puede impactar en distintos órganos, ocluyendo parcial o totalmente el flujo sanguíneo, y por lo tanto el aporte de oxígeno al tejido afectado. Por ejemplo, si llega al pulmón puede producir un tromboembolismo pulmonar que puede ser de extrema gravedad e incluso mortal sin el tratamiento adecuado.

Debido a que el tromboembolismo es una posible secuela del coronavirus, “los pacientes con afección severa de COVID-19 reciben anticoagulantes en dosis bajas en forma preventiva o profiláctica, y en caso de detectarse coágulos o fenómenos trombóticos, se efectúa tratamiento anticoagulante”, explica el doctor David Peña, Coordinador Sección Científica Circulación Pulmonar de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR).

¿Qué síntomas permiten sospechar una trombosis?

Los síntomas clínicos dependerán del sitio donde ocurra la trombosis y formación de los coágulos. Esto, a su vez, depende de los factores predisponentes o factores de riesgo previos. Por ejemplo, si la trombosis se produce a nivel venoso en los miembros inferiores, lo cual es común en la obesidad, personas con movilidad reducida y hospitalizados -con reposo prolongado o luego de una cirugía- puede aparecer dolor, hinchazón, o cambios en la coloración del miembro afectado.

Por otro lado, en pacientes con antecedentes de arritmias cardíacas, la formación de trombos puede ocurrir en el corazón, con mayor riesgo de compromiso pulmonar. En el tromboembolismo pulmonar agudo los síntomas más frecuentes pueden ser la falta de aire, las palpitaciones o dolor en el pecho, pudiendo llegar a tener hipotensión arterial o presión baja y alteración de la conciencia, como signos de insuficiencia cardíaca o shock (inestabilidad hemodinámica).

En el caso de los pacientes con COVID-19, el doctor Peña afirma que “el diagnóstico de una trombosis dependerá, en primer lugar, del grado de sospecha clínica y del estado hemodinámico del paciente, por lo que se requerirá un análisis integrado de los síntomas, el examen físico y los análisis de laboratorio e imágenes, permitiendo al médico clasificarlos clínicamente (pre test clínico) en riesgo bajo, moderado o alto de presentar trombosis pulmonar y de acuerdo a cada nivel de riesgo le corresponderá un procedimiento diagnóstico diferente”.

¿Cómo es el tratamiento?

De acuerdo con el doctor Peña, todos los tromboembolismos de pulmón deben recibir tratamiento. Estos procesos pueden tener distinta severidad y se clasifican de acuerdo al riesgo de mortalidad en riesgo alto, intermedio o bajo. “La anticoagulación o tratamiento anticoagulante es, en todos los casos, el primer paso y variará de acuerdo al nivel de riesgo”, agrega el especialista de la AAMR.

En el caso de los pacientes de riesgo bajo, sin otras causas de hospitalización y adecuada contención familiar, así como fácil acceso a la atención médica, el tratamiento puede ser ambulatorio y con anticoagulantes orales o con heparinas de bajo peso molecular de aplicación subcutánea.

En tanto, los pacientes de riesgo intermedio o alto deben ser hospitalizados y el tratamiento variará según su estado hemodinámico, pudiendo requerir inicialmente desde anticoagulación por vía endovenosa o tratamiento por vía oral hasta procedimientos invasivos (trombolectomía quirúrgica de urgencia o procedimientos hemodinámicos), trombolíticos o tratamiento de reperfusión.

¿Cuál es la duración del tratamiento?

En general se considera un tiempo de tratamiento de tres meses como mínimo ante un primer evento de tromboembolismo, que puede variar entre tres y seis meses según distintos factores y considerando siempre la relación beneficio terapéutico versus el riesgo de sangrado. Este tiempo se prolonga en caso de repetir el evento trombótico y en situaciones especiales como neoplasias, donde el tratamiento es crónico o hasta que se resuelva la causa.