TERCERA EDAD

Cuatro mitos sobre el envejecimiento que conviene derribar

Existen muchos estereotipos e imaginarios sobre la salud y la vitalidad de las personas mayores que terminan estigmatizándolos, poniéndolos en situaciones de dependencia, improductividad, pasividad, deterioro y enfermedad.

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En todo el mundo, la expectativa de vida está creciendo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2015 y 2050, el porcentaje de personas mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 12% al 22%. Afrontar este cambio poblacional tan importante implica grandes desafíos políticos, sociales, económicos y sanitarios. Pero además, resulta clave comenzar a modificar los estereotipos, prejuicios y actitudes discriminatorias basados en la edad, lo que se conoce como edadismo.

La tercera edad es una etapa más de la vida y, al igual que el resto, debe ser valorada positivamente. Al respecto, la licenciada Aracelli Marconi, Psico-gerontóloga del Hogar San José de Mensajeros de la Paz, propone reflexionar alrededor de cuatro estereotipos asociados a la vejez que continúan muy presentes en la sociedad, para poder avanzar en la transformación de aquellos imaginarios que han puesto a los mayores en escenarios de dependencia, improductividad, pasividad, deterioro y enfermedad.

Estereotipo 1: Las personas mayores son frágiles, como consecuencia no pueden tener un rol activo en nuestra sociedad.

Considerar la vejez como sinónimo de enfermedad o fragilidad es quizás uno de los estereotipos más difundidos. Si bien es cierto que el envejecimiento va generando un desgaste lógico en el cuerpo, es una creencia completamente errónea pensar que todas las personas mayores se enfermarán, serán frágiles y no podrán tener un rol activo en la sociedad. Incluso, muchas de las enfermedades que se manifiestan en este período no interfieren en la vida social y las actividades cotidianas. De hecho, la gran mayoría de las personas mayores posee un estado de salud o bienestar tal que les permite vivir solos, manteniendo su autonomía.

Estereotipo 2: Las personas mayores no tienen nada que aportar porque sus capacidades disminuyen y no pueden emprender, ser productivos o trabajar.

Para pensar este estereotipo les proponemos un ejercicio: tratar de encontrar avisos de empleo para mayores de 45 años. Seguramente serán muy pocos. Esto es apenas un indicio de la creencia sostenida en que solo los jóvenes pueden ser productivos. Sin embargo, las personas mayores poseen un rol activo dentro de nuestra sociedad: son un recurso esencial de participación, colaboración, producción y enseñanza. Muchas de las personas mayores tienen distintos emprendimientos productivos, otras estudian y aprenden cosas nuevas y hay quienes se dedican al cuidado de sus nietos de familiares e incluso acompañan a otras personas que lo necesitan.

Estereotipo 3: La vida sexual, el deseo y la eroticidad no están presenten durante la vejez.

Más allá de los cambios que vivimos los seres humanos por causa del avance del tiempo, la sexualidad y el deseo nos acompañan durante toda la vida. Las personas mayores necesitan de su intimidad y del contacto físico, tienen derecho a disfrutar y vivir su sexualidad de acuerdo a sus conceptos, a sus intereses, a sus circunstancias y a su diversidad, a ser respetadas desde su particularidad e individualidad. Como sociedad es necesario que comprendamos las diferentes expresiones de amor y deseo en ese momento del curso vital, que nos animemos a conversar sin ninguna clase de tabúes o de complejos al respecto, a transformar junto con cada uno y cada una estas ideas y a ir derribando en conjunto este imaginario.

Estereotipo 4: Las personas mayores se comportan como niños, por lo tanto necesitan cuidados y supervisión.

Al catalogar y tratar a las personas mayores como si fueran niños o niñas, negamos su derecho a  decidir cómo quieren vivir. Muchas veces, son los familiares más cercanos, o los propios compañeros de vida, quienes desde el amor y con las mejores intenciones caen en esta creencia que ubica a las personas mayores en un lugar de mucha vulnerabilidad. Aún sin quererlo pasan por alto el hecho de que las personas mayores no tienen que pedir permiso, ni deben ser controladas, porque son adultas y autónomas, es decir, tienen la capacidad de decidir sobre sí mismos de acuerdo a sus valores, a sus gustos, sus ganas y necesidades.

“Es importante seguir reflexionando para transformar estos imaginarios sociales tan arraigados y reconocer todo el potencial que poseen las personas mayores. Reivindiquemos el derecho de las personas mayores a su autonomía, a su sexualidad y repensemos la salud desde una óptica más flexible, teniendo en cuenta que el envejecimiento está dentro del proceso evolutivo de la vida de todos los seres humanos, que se trata de un ciclo vital y no de un proceso patológico, una enfermedad o un estado de discapacidad”, concluye la licenciada Aracelli Marconi.