PSICOLOGÍA

Fin de año: ¿Por qué es una época de celebración para algunos y de angustia y depresión para otros?

El cierre de año suele ser motivo de alegría para mucha gente, pero también un potenciador de estados depresivos para quienes han perdido a algún ser querido o no han alcanzado sus metas. El doctor Leandro Brust, responsable de Farmacogenómica de Dasa, comparte algunas reflexiones al respecto.

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Fin de año es una época que se caracteriza por la celebración: más allá de las tradicionales fiestas de Navidad y Año Nuevo cristianos, todos solemos tener múltiples compromisos que implican festejar todo lo que ocurrió en el año que concluye: en el trabajo, en los diferentes lugares de estudio; hasta incluso lo celebramos con los compañeros con los que practicamos algún deporte u otra actividad de esparcimiento. Se asocia a encuentros sociales, regalos y comidas deliciosas; por ello la mayoría de la gente vive esta etapa como algo muy grato.

Pero para una parte de la sociedad, esta época es una verdadera tortura. Están quienes acaban de perder a algún ser querido y las fiestas le resaltarán esa ausencia. También suele ser una época de balances, y para quienes no alcanzaron los objetivos que tenían para el año, suele generar una angustia mayor. Para peor, como está socialmente aceptada esta etapa como una época de goce, estas personas se ven presionadas a pasarlo bien y obligadas por sus pares a concurrir a toda celebración. Y esto no hace más que disparar trastornos depresivos o potenciar los ya existentes.

Depresión al orden del día

Los trastornos depresivos son un conjunto de trastornos de salud mental que se caracterizan por depresión persistente o pérdida de interés en las actividades, lo que puede causar dificultades significativas en la vida cotidiana. Sus causas pueden ser una combinación de fuentes biológicas, psicológicas y sociales de angustia.

Estos trastornos –que afectan a al menos al 5% de los adultos en todo el mundo, según la OMS- pueden ocasionar cambios en la función cerebral, como la actividad anormal de ciertos circuitos neuronales en el cerebro. También pueden provocar una variedad de trastornos en hábitos del sueño, apetito, nivel de energía, concentración, comportamiento diario o autoestima. La depresión, además, puede asociarse con pensamientos suicidas.

¿Se puede tratar?

El tratamiento principal de la depresión son los medicamentos, la terapia conversacional o una combinación de ambos. Actualmente, existen más de 200 fármacos disponibles para el tratamiento de enfermedades neuropsiquiátricas. Sin embargo, la probabilidad de fracaso terapéutico en el tratamiento de la depresión es aproximadamente del 50%. De hecho, entre el 30% y el 50% de los pacientes no responden adecuadamente al antidepresivo inicial.

Además de no mostrar mejoría, el fracaso terapéutico puede exponer al paciente al riesgo de desarrollar efectos secundarios y, a menudo, desalienta la adherencia al tratamiento. Los medicamentos que son eficaces o bien tolerados por algunas personas pueden resultar ineficaces o tóxicos para otras.

Aprovechar la genética

La genética es la razón por la que varía entre el 40% y el 50% la respuesta y la toxicidad de los antidepresivos. Puede indicar si el medicamento recetado será eficaz y bien tolerado por el paciente. Actualmente, existen pruebas genéticas que evalúan cambios en el ADN y las interacciones medicamentosas capaces de interferir con la respuesta a los medicamentos, permitiendo al médico prescribir el antidepresivo más personalizado para cada persona, aumentando las posibilidades de éxito.

La genética puede ser un gran aliado en la búsqueda de tratamientos más efectivos y tolerables, ya que puede indicar la medicación ideal para cada persona y ayudar a minimizar el sufrimiento que provoca la depresión.

Asimismo, es importante considerar el estilo de vida del paciente: si toma otros medicamentos (como para la hipertensión arterial o para la diabetes) o si bebe mucho café, lo que afecta la efectividad de la medicación para la depresión.

La tasa de respuesta inicial a los antidepresivos ronda el 49,6%, lo que significa que la mitad de las personas tratadas necesitan diferentes dosis u otras opciones terapéuticas. Con la ayuda de la farmacogenética, ya ampliamente utilizada en varios países del mundo, podemos saber qué medicamentos serán más efectivos para cada paciente con trastorno depresivo, y esta asertividad permite la reducción de estos casos, minimiza el sufrimiento del paciente y contribuye con la reducción de gastos en tratamientos ineficaces.