Hojas dentadas, flores amarillas que luego se convierten en pompones blancos... Este es el diente de león, o taraxacum officinalis, que es su nombre científico. Esta planta medicinal se utiliza desde hace miles de años para trastornos digestivos, urinarios y sobre todo, metabólicos. Mediante estudios médicos, ya se comprobó que es realmente útil y no solo una planta de uso popular.
Se consumen las hojas, frescas o secas, preparadas en tintura medicinal u otro tipo de presentación, como extractos e incluso cápsulas. Frescas tienen un gran potencial terapéutico y además se aprovecha su riqueza en vitaminas. Es muy rico en antioxidantes de los llamados polifenoles y contiene inulina, la fibra más beneficiosa para la microbiota del intestino.
Las hojas del diente de león son convenientes para los diabéticos y los que tienen colesterol alto. De sabor amargo, activa el funcionamiento del hígado, ayudando a la eliminación de toxinas y el funcionamiento renal, con efectos diuréticos. Según un estudio publicado en The Review of Diabetic Studies, el diente de león contiene diez compuestos antidiabéticos, como el ácido clorogénico y taraxínico, la quercetina y varias lactonas sesquiterpénicas.
Si tienes acceso a diente de león fresco, pueden consumir entre 4 y 5 hojas frescas bien lavadas o 1 cucharadita de jugo de hojas por día. En caso de que consumas hojas secas, con 2-3 es suficiente.