Ante el aumento de enfermedades intestinales y también, de otras como la diabetes, autoinmunes y el cáncer en personas jóvenes, diferentes investigaciones médicas aportan cierta luz en el tema, al concluir que una de las claves puede estar en el intestino, sobre todo si se vuelve permeable.
Qué es el intestino permeable
Este órgano tiene la función de, en las últimas etapas de la digestión, elegir todo lo que el organismo puede utilizar y mediante mecanismos de las membranas intestinales, enviarlo al torrente sanguíneo. De la misma forma, el intestino debe actuar como una barrera para no dejar pasar las sustancias tóxicas y de deshecho.
Si esa capacidad se pierde aunque sea en parte, no solo se modifica la absorción de nutrientes, sino que algunas moléculas nocivas pueden pasar esa barrera. El efecto de esta infiltración es básicamente, causar inflamación, causar reacciones en el sistema inmunológico y recargar el trabajo del hígado y riñones, entre otras cosas.
La disfunción de la barrera intestinal se relaciona con un proceso inflamatorio de bajo grado: algunas alteraciones inmunológicas, posiblemente el cáncer y otras enfermedades crónicas también podrían verse involucradas.
El descubrimiento de la permeabilidad intestinal es bastante reciente y debido a las abrumadoras cifras de hoy en día se sugiere que podría estar relacionado con el actual estilo de vida de la población. Las investigaciones epidemiológicas que consideran los patrones típicos de una dieta occidental (baja en fibra, alta en azúcares, productos procesados y el consumo de alcohol) han reforzado aún más esta hipótesis.
Si queremos resguardar o aliviar nuestro intestino, debido a la extensa variedad de posibles enfermedades gastrointestinales (colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, intestino irritable, etc.) es importante acudir a profesionales que puedan guiarnos para realizar un tratamiento individualizado.
¿Qué se puede hacer para que el intestino permeable se repare? Hay una serie de alimentos que tienen un efecto beneficioso comprobado para colaborar en esta tarea, así como otros que deberíamos evitar.
Más atención al tomar agua
El componente principal del moco intestinal, clave en el proceso de filtración de sustancias, es el agua. El ser humano no percibe fácilmente la deshidratación, por lo que los órganos pueden verse afectados si estamos en un continuo círculo de tomar agua solo cuando tenemos sed y entonces, tomar mucha agua junta. Es conveniente beber agua de a poco durante todo el día.
Elegir bien las grasas
Las grasas, según su naturaleza, pueden ser un factor pro- o antiinflamatorio. Los omegas-3 y 6 se consideran esenciales por su función en procesos de inflamación, y es necesario su aporte en la dieta, pero - y atención a este punto- en un balance de 1:4 respectivamente ( 1 parte de Omega 6 por 4 partes de Omega 3).
Habitualmente se consume mucho más Omega 6, presente en el aceite de girasol, por lo que es muy importante disminuir su consumo y aumentar el de Omega 3 mediante el consumo de aceite de oliva en crudo, semillas, chia y frutos secos, pescados azules y algas.
También los fosfolípidos, presentes en la soja; la colina, presente en huevos, carnes, pescados; y otras grasas vegetales (semillas, tofu o legumbres); así como algunos ácidos grasos no esenciales como los del coco, actúan como “potenciadores energéticos” de algunos tipos de células intestinales por lo que son muy útiles para reparar el intestino.
No olvidar las proteínas
Las células intestinales son la que más veces mueren y se regeneran, por tanto el aporte calórico y proteico es indispensable. Dependiendo del tipo de enfermedad intestinal que se diagnostique, así como de su origen, podrían estar más aconsejadas las proteínas de origen vegetal que las de animal, por lo que eso debe concluirlo un especialista. Igualmente el exceso de cualuiera de las dos no es aconsejable.
Indispensables, las fibras
La fibra, aunque no es considerada como un nutriente, ayuda a formar y mantener la microflora y se considera un prebiótico, ya que alimenta a nuestras bacterias comensales (los probióticos). Estas bacterias que forman la microbiota se encargan de sintetizar nutrientes para absorberlos correctamente y evitan que otros organismos como bacterias patógenas, parásitos y hongos puedan colonizar el intestino, enfermándolo.
La evidencia científica nos muestra que la microbiota es “fácilmente” moldeable según nuestros patrones dietéticos. La falta de fibra hace aumentar bacterias patógenas, que alteran la actividad intestinal. Las mayorías de bacterias buenas se nutren y crecen gracias a algunas variedades de fibras diferentes. Como recomendación general, una adecuada ingesta de fibra de >30 g diarios puede ayudar a mejorar la proporción de entre bacterias beneficiosas y bacterias patógenas. Pero aún hay más razones para mejorar el consumo de fibras.
La fermentación bacteriana de la fibra, ya sea soluble o insoluble en agua, produce ácidos grasos de cadena corta que son fácilmente absorbidos y utilizados para obtener energía por las células del colon (manteniendo su “filtro selectivo”), del sistema nervioso y del sistema muscular.
Además la fibra es indispensable para el control y la absorción de azúcares simples y grasas, las cuales si se encuentran en exceso podría alterar la función intestinal. El consejo más acertado es aumentar el consumo de frutas y verduras.
Polifenoles para desinflamar
Los polifenoles, moléculas presentes en las plantas, pueden resultar muy interesantes para disminuir esta inflamación, permitiéndoles a la células intestinales recuperar su función fisiológica. De estos, los más interesantes son la quercetina, contenida en la cebolla, manzana y la piel de muchas frutas, curcuminoides presentes en la cúrcuma y el jengibre, y los polifenoles del té verde.
Fuente: Departamento de Nutrición de Clínica Keval, España.