Durante la primavera en la ciudad de Buenos Aires y en muchas localidades del conurbano bonaerense, los plátanos, árboles que abundan en las veredas debido a su gran sombra, comienzan a desprender de sus aquenios ( frutos) las pelusas que tapizan el suelo. Es un paisaje habitual y todos los años, quienes son alérgicos al polen padecen esta temporada; pero este año, al generarse una carga mayor de estas pelusas, el fenómeno tomó proporciones caóticas, afectando a miles de personas y las redes sociales reflejaron el problema.
Por qué sucede
Las “pelusas” que flotan en el aire no son polvo común, sino semillas recubiertas de finos filamentos diseñadas para dispersarse con el viento. La especie tiene floración masculina y femenina en árboles diferentes, por lo que el viento oficia de transporte necesario para fecundar. Las fibras son el gran problema aunque no provocan una alergia verdadera como lo hace el polen: Estas fibras su contacto con las mucosas de los ojos, nariz y la garganta puede generar irritación mecánica y con ella, ardor, escozor o sensación de arenilla.
El verdadero desencadenante de los síntomas alérgicos es el polen del plátano, que contiene proteínas que en personas sensibles pueden provocar rinitis, conjuntivitis e incluso cuadros asmáticos. Estas personas, ante una mayor carga de polen en el aire, ven recrudecer sus síntomas.
Cuando se termina la temporada crítica
En la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense las pelusas y el polen de los plátanos se liberan principalmente entre septiembre y noviembre, con picos hacia mediados de octubre. El período más crítico se extiende hasta fines de noviembre o principios de diciembre, cuando las flores completan su ciclo y la producción de polen comienza a disminuir.
Las lluvias al caer, limpian el aire y arrastran hacia el suelo tanto polen como partículas irritantes, reduciendo la carga ambiental. En contraste, los días secos y ventosos intensifican el efecto al mantener las partículas suspendidas.
Mientras tanto, se aconseja:
Evitar salir durante las primeras horas de la mañana o al atardecer, cuando la concentración de polen es más alta.
Usar lentes de sol y barbijos livianos al aire libre para proteger los ojos y vías respiratorias.
Ventilar los ambientes brevemente, preferiblemente cuando no haya viento o polen en suspensión.
Limpiar superficies con paños húmedos para atrapar el polvo y las partículas que se han depositado.
Mantener ventanas cerradas en días ventosos o muy secos.
Higiene nasal con solución salina, especialmente al regresar a casa.
Consultar a un especialista en alergias si los síntomas son intensos o persistentes, para recibir el tratamiento adecuado.