A menudo, pensamos en la compasión como algo que se aplica a los demás. Pero también podemos —y debemos— mostrar compasión hacia nosotros mismos. La autocompasión significa mostrar compasión hacia nosotros mismos cuando sufrimos, fracasamos o nos sentimos incapaces, en lugar de tratarnos con enojo, odio o desprecio. Parece una obviedad, sin embargo no lo es.
Diferente a la autocomplacencia, o a justificar nuestros errores sin reconocerlos, la autocompasión nos hace responsables, no disfraza los sentimientos sino que los trae a la luz, para comprendernos mejor a nosotros mismos. No nos impide evaluar lo que sucedió con claridad. Las personas autocompasivas se hablan y se tratan a sí mismos con cariño. Esto reduce la ansiedad y la depresión y con ello el impacto del estrés sobre nuestro organismo.
Numerosos estudios científicos han vinculado las emociones positivas con una mejor salud, una vida más larga y un mayor bienestar. Por otro lado, la ira crónica, la preocupación y la hostilidad aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, ya que las personas reaccionan a estos sentimientos con hipertensión arterial y endurecimiento de los vasos sanguíneos.
Por supuesto, no es fácil mantener un estado emocional saludable y positivo. Aunque algunas personas desarrollan la autocompasión de forma natural, otras deben aprenderla. Por suerte, es una habilidad que se puede aprender, según la psicología positiva.
En su libro, "El camino consciente hacia la autocompasión" , el psicólogo de Harvard Christopher Germer sugiere cinco maneras de incorporar la autocompasión a la vida: a través de métodos físicos, mentales, emocionales, relacionales y espirituales. Germer y otros expertos han propuesto diversas maneras de fomentar la autocompasión.
Estas son algunos ejemplos para llevar a cabo y empezar a experimentar con la verdadera y sana autocompasión.
Consuela tu cuerpo. Por lo general ante un episodio estresante no somos piadosos con nuestro cuerpo: comemos mal, perdemos el sueño, fumamos o tomamos alcohol. Nada de esto ayuda a evitar el estrés sino que lo empeora. Comer algo saludable, descansar, hacerse un masaje en los pies, el cuello o las manos o salir a caminar mejoran el bienestar físico y nos aportan una dosis de autocompasión.
No generar bolas de nieve. Cuando estamos enojados, estresados o tristes, muchas veces recurrimos a las redes sociales como distracción ( que no soluciona los problemas) o como descarga ( lo que es aún peor). Tarde o temprano vamos a sentirnos mal por alguna respuesta o por la falta de ella. La autocompasión nos pide desacelerar el ritmo para pensar con claridad.
Escríbir una carta para uno mismo. Describe una situación que te haya causado dolor (una ruptura amorosa, la pérdida de un trabajo). Lo más importante es responder en esa carta cuáles son los sentimientos que están presentes. No hay que echar culpas a nadie, solo hablar de lo que sucedió y como nos sentimos al respecto.
Como un amigo. Si te sucede algo malo o doloroso, piensa en lo que le dirías a un buen amigo si le pasara lo mismo. Dirige estas respuestas compasivas hacia ti. Muchas veces guardamos para los demás las palabras más sabias y no las tenemos en cuenta para nuestras vidas.
Atención plena. Esta es la observación sin prejuicios de tus propios pensamientos, sentimientos y acciones, sin intentar reprimirlos ni negarlos. Cuando te mires al espejo y no te guste lo que ves, acepta lo malo y lo bueno con compasión. Es una excelente forma de mejorar lo que se pueda y vivir con lo que no tenga remedio, sin generar más dolor.