"Pierdo el control con mi padre. Me empecé a dar cuenta de que habían cosas a tratar para mi bien en mi adolescencia con mi papá, con ciertos cambios que tuvo y me afectaron porque soy su hija. Fue a los 12, cuando vi un cambio en su sexualidad, pero nadie me lo dijo, me di cuenta. Al ser hija de artista, soy sobreadaptada, de lo bueno y lo malo. Vi que papá estaba usando tacos, pestañas postizas y cuando lo vi con mis amigas del colegio, ellas estaban fascinadas. Yo decía 'esto no es lo normal'".
Sofía Pachano, antes de estrenar la obra "El hostel de los millones" en Carlos Paz, asistió a Seres Libres, programa conducido por Gastón Pauls en Crónica, y se refirió a las adicciones de su padre, Aníbal Pachano, y cómo fue trabajando su relación con él a lo largo de los años.
"A los 16, cuando descubro que mi papá tiene HIV, dije 'che, esto ya es un montón', porque habían muerto muchos tíos míos por ese motivo. Directo pensé en que se iba a morir. Desde la resiliencia se salió adelante pero en ese momento, en una cabeza de 16 años, fue difícil de procesar, más que nada teniendo a tíos que fallecieron por eso".
"No hay luz sin oscuridad. Las personas somos eso. Tenemos picos de luz y de oscuridad, no existe una cosa sin la otra y creo que la gente, en general, le tiene miedo a la oscuridad. Yo la acepto. Fue difícil porque era algo que no se podía hablar, además de que era algo de él y soy muy respetuosa si me pedís que no cuente algo. Pero los secretos tienen sus consecuencias en los chicos".
"No recurrí al alcohol, tampoco a las drogas. Pero fui muy constante con la terapia y logré entender que lo que le pasa a otros, sobre todo a nuestros familiares, no es una sentencia para nuestra propia vida. Mi mamá fue muy amorosa, muy compañera y muy responsable. En mi familia también estuvieron mis abuelos".
"Fue muy difícil la etapa de mi papá con sus adicciones. Primero porque yo no sabía, no me daba cuenta. Cómo tampoco nunca entré en ese mundo, ni tenía amigos que consumieran, no sabía mucho. Cuando empiezo a ver cambios actitudinales muy fuertes, empecé a tratarlo en terapia. Él estuvo muy bloqueado y fue imposible tener una relación con él, a tal punto que tomé distancia y dije 'es hasta acá'".
"¿Qué cambió en las actitudes? Mucha violencia, cambios de estados brutales. Aníbal siempre fue así, pero era mucho más fuerte y mucho más violento, a veces pasaba mientras estábamos en un restaurant. Entonces empecé a tomar distancia porque vi que no podía ayudarlo, además era muy chica".
"No podía ayudarlo porque no sabía cómo. Tenía 24 años en ese tiempo. En un momento, sentí que necesitaba, tal vez desde el egoísmo, tener una distancia para poder crecer yo porque siempre fui muy sobre adaptada. Me dije 'necesito tener mi vida y si te puedo acompañar, te acompaño y veo cómo'. En ese momento estaba siendo muy difícil el círculo".
"No entendía si era una adicción, si él estaba loco o qué. Nos dimos cuenta después, cuando le diagnostican cáncer. Ahí me senté y le dije 'yo voy a estar al lado tuyo porque siempre te dije que te iba a acompañar pero no hay nada de esto, nunca más'. Fui terminante. Hablé muy fuerte y me dijo que los médicos dijeron que no pasaba nada".
"Él tenía muchos 'perdones' y yo lo perdoné porque es mi papá pero le dije ' te voy a acompañar pero esto no tiene que estar más, ni fulano, ni mengano'. Además la vida, cuando alguien empieza a sanar, esa gente se disipa sola. Por la empatía, hablé con gente para decirle que también está enferma, tiene hijos y que no llegue a este punto como con mi padre. Que cuide el vínculo".
"El consumo le sacaba la diversión porque él es muy divertido. Cuando a mis novios les presentaba a mi papá, les decía 'si le agarra un brote, te pido perdón'. Siempre cubría eso por las dudas. Mi novio actual no vio el pasado, tal vez si en una tele pero no en la mesa, y una vez me dijo 'entiendo lo que le agarra, pero es más desde la diva o el divo'. Y por momentos me dice que estuvo tranquilo, fue Aníbal".
"La adicción con el peso y la comida fue un tema, hasta que yo hice un clic. Pero el problema era la gente que te lo decía en la calle. Pero después el problema era la vecina porque no tiene ningún filtro. Estos últimos años hubo un crecimiento grande al no tener que opinar sobre el cuerpo y antes tal vez uno no le decía nada, pero ahora si les digo".
"La cocaína es un horror porque la gente piensa que tiene control sobre eso. Es más peligrosa de lo que se ve. La libertad para mí es hacer lo que uno quiere. Para nosotros, en este medio, es muy difícil ser libre. Poder decir realmente lo que opinamos sin que se te cierren puertas. El ser libre quizás es encontrarse en un lugar dónde uno tenga un poco de paz".