En la errática televisión actual sin muchas propuestas de ficción ni ideas que atrapen o al menos recuperen el público, asombra el éxito sostenido de un programa del siglo pasado y grabado hace 65 años: El Zorro. Las cifras son contundentes. Tomemos solo un ejemplo, este martes los tres programas con más rating del Trece fueron The Floor, la conquista que midió 5.6 seguido por la serie del enmascarado que alcanzó 5.2, al igual que Los 8 escalones. El podio lo completó Mediodía noticias con 4.7. Si Telefe tiene un imbatible en las repeticiones de Casados con hijos y Los Simpson, el Trece, lo tiene con El Zorro.
El personaje nació de la imaginación de Johnston Mc Culley en la novela La maldición de Capistrano que se publicó en 1919. No gastaremos caracteres en recordar de qué se trata esta historia ya que es muy conocida pero el Robin Hood de la California española fue tan atractivo que en 1920 tuvo una película y otra en 1940. Fue gracias a Walt Disney (el creador y no el estudio) que el enmascarado alcanzó la megafama. El productor compró los derechos en 1952 aunque recién en 1957 comenzó a grabar la serie.
Para interpretar a don Diego de la Vega eligió a Guy Williams que hasta ese momento había hecho solo papeles secundarios. Guy no solo era perfecto por su físico -medía 1,90- además sabía manejar la espada y montar a caballo. Henry Calvin fue convocado para interpretar al segundo personaje más amado de la serie, el Sargento García. Gene Sheldon fue el fiel Bernardo, mudo pero no sordo y Britt Lomondo, el capitán Monasterio. Norman Foster se encargó de dirigirla.
El Zorro se filmó entre 1958 y 1960, se grabaron 74 capítulos y se levantó cuando era la más vista por un conflicto de intereses entre la cadena ABC que la emitía y la NBC que la quería comprar. A estas pampas llegó en 1968 cuando el viejo Canal 13 comenzó a emitirla todos los días de 19 a 19.30. Tuvo un éxito inmediato y provocó una epidemia de Z en bancos de escuela y paredes de casas. Viendo la gran cantidad de fanáticos que tenía el programa, el canal quiso invitar a Guy Williams para hacer una entrevista en vivo, y lo lograron en 1973. Ese mismo año volvió al país, esta vez acompañado por Calvin. Ambos visitaron varios canales, escuelas y hospitales, disfrutaron de recorrer la ciudad y compraron los muñecos con sus personajes que se vendían en todos los kioscos. Williams quedó tan fascinado con la Argentina que regresó en 1974 e hizo una gira con un show por varias provincias.
En ese momento el furor de la serie se explicaba por la abundancia de duelos de espada y el humor en los guiones sobre todo en las torpes intervenciones del Sargento García. También acompañaba una buena banda sonora que arrancaba con "En su corcel cuando sale la luna, aparece el bravo Zorro". A todo esto se sumaba la complicidad con el público que sabía la verdadera identidad del enmascarado.
Los méritos de la serie fueron indudables a mediados del siglo XX pero por qué en el siglo XXI mantiene su vigencia es una buena pregunta con múltiples respuestas. Una de las razones de su éxito es su simplicidad. Las situaciones son sencillas, los personajes son transparentes, los valores que se transmiten son evidentes y compartidos (aunque no necesariamente practicados) por los espectadores. En cada capítulo hay un conflicto que se resuelve y los justos siempre ganan, pero los espectadores saben que además vencerán de un modo muy entretenido con acción, algo de romance y mucho humor.
Otro aspecto a destacar es que El Zorro es un personaje muy imitable. Es un héroe posible y humano que no precisa vista láser, un cuerpo con capacidad regenerativa o un traje especial. Es una persona real que lucha por oprimidos reales. No pelea contra extraterrestres sino con el poder colonial. Los hechos no suceden en una galaxia extraña sino en un lugar reconocible y con situaciones identificables donde los poderosos se aprovechan de los más débiles.
La serie además plantea muy bien el juego entre lo que parece y lo que es. Don Diego de la Vega se muestra como un ricachón superficial y bastante cobarde cuando en realidad es otro, un hombre valiente y dispuesto a liberar a los oprimidos. Este juego de “parezco una cosa cuando en realidad soy otra” es algo que seduce pero también identifica a los espectadores, quizá porque la mayoría de las personas más de una vez nos mostramos de una manera pero nos sentimos de otra.
Cuando El Zorro comenzó a emitirse su público eran los chicos pero hoy sus seguidores fieles son los adultos mayores. El mediodía es un horario de adultos mayores, y está comprobado que ellos son la principal audiencia. Ellos establecen con la serie un vínculo de nostalgia que los lleva a un tiempo donde se sentían mejor. Si una persona vio ese programa toda su vida, volver a verlo lo retrotrae a momentos muy placenteros.
En tiempos donde todo es veloz la serie conserva una estructura sencilla que la hace comprensible y amigable para los que pasaron los 70. No solo implica esa conexión con la infancia sino un mundo donde los buenos se imponen, hay un personaje que protege y lucha por la Justicia. Así, cada capítulo resulta no solo previsible, también es esperanzador. En El Zorro, el bien siempre triunfa sobre el mal. Y sin dudas esto estimula la imaginación de quienes ya peinan canas y aunque esperan que ganen los buenos, los años vividos le demostraron que el triunfo del bien no es algo que ocurra con frecuencia.
Ya sea por guión, por actores o por un héroe que no es un súper héroe El Zorro sigue teniendo miles de seguidores. Porque en estos tiempos donde parece que la crueldad está de moda, necesitamos aunque sea en la ficción a alguien que defienda a los que están más abajo, alguien que cuando sale la luna al "hombre del mal, sabrá castigar marcando la z del Zorro"