Rodolfo Castañares cobró notoriedad pública en nuestro país cuando su único hijo, Nacho Castañares, participó de Gran Hermano. Actualmente, el ex peluquero y actor trabaja como panelista en GH Uruguay contando los pormenores de lo que pasa en la edición del reality en Argentina y también va una vez a la semana como columnista a A la Barbarossa, por Telefe.
En una charla íntima con el periodista Nico Peralta, Rodo contó cómo conoció a Mariana, la madre de Nacho, y qué particular habilidad tiene u hijo Nacho desde los cinco años. "A Mariana la conocí en una discoteca, bailando. Tuvimos una relación preciosa pero fue una cosa medio de adolescentes, de verano. Vine para Argentina y me terminé quedando aquí un año y pico. Luego me volví a España a vivir y diez años más tarde me reencontré con la mamá de Nacho", confió.
Y continuó: "No existía internet ni celulares y un amigo que me fue a visitar a Madrid me dijo: ´¿A que no sabés con quién me he encontrado? Con Mariana´. Le pregunté qué era de la vida de ella, me dejó su teléfono, la llamé y empezamos a hablarnos. Siempre nos hablábamos para los cumpleaños o algunas fechas especiales, nos mandábamos cartas y un verano que vine a visitar a mi mamá a Sudamérica, crucé a Buenos Aires a verla a ella".
-¿Y qué pasó?
-Se nos vinieron un montón de emociones, ella estaba con su papá muy enfermo de cáncer, en una situación terminal y la invité venirse conmigo a España. “Mudémonos a España, intentémoslo y veamos qué pasa”, le propuse. Me dijo que quería estar en la despedida de su papá y acompañar a su mamá, entonces se quedó aquí ocho meses y luego se mudó conmigo a Madrid. Reiniciamos la relación, nos casamos, nació Nacho en Madrid y formamos nuestra familia.
-¿Hasta que…?
-Cuando Nacho tenía tres años, nos separamos. Decidimos divorciarnos y ella se vino para Buenos Aires con Nacho. Ese primer año post separación fue doloroso y complicado, más con un niño pequeño, como cualquier divorcio. Una vez que ella se instaló en la Argentina y nos pudimos sentar a hablar sin la locura del divorcio, logramos entendernos y tener una relación hermosa hasta el día que se fue.
-Nacho de chiquito tenía a su papá en España y a su mamá en la Argentina. ¿Se la pasaba viajando?
-Sí. Nacho viaja solo en avión desde que tiene cinco años. O sea, va con la azafata de tierra que lo recibe y con la azafata de sobrecargo que es la que lo sienta en el avión. Antes de eso, me venía de Madrid a Ezeiza, me quedaba 24 horas en Buenos Aires, recogía a Nacho y me lo llevaba a España otra vez de vacaciones por 20 días. A la vuelta lo mismo: lo traía, lo dejaba y me iba llorando. Mi regreso a Madrid sin mi hijo era tristísimo y tremendo. Y encima de eso era una locura respecto a los gastos. Entonces, uno de los pactos que hicimos con su mamá, cuando ella decidió venirse a Sudamérica, fue esperar que el niño cumpliera cinco años para que Iberia nos permitiera que viajara solo. Para esa época era demasiado moderno.
-De avanzada, Rodo.
-Sí. Mariana me dijo: “Rodo, va a ser la única forma que nos queda para que nuestro hijo pueda estar con los dos”. Consultamos con una psicóloga infantil y nos dijo: “Pueden existir dos opciones: que Nacho les coja miedo a los aviones y no quiera subirse nunca más o que viaje como si anduviera en un autobús”. Asumimos el reto, esa primera noche ninguno de los dos durmió y cuando salió todo bien, respiramos aliviados. Recuerdo que lo fui a buscar al aeropuerto y cuando lo vi, él me dijo: “Papi, traje los calcetines del Barza”. O sea que nunca se enteró de que había volado tantas horas solo. A partir de ahí, cada seis meses Nacho viajaba solo a España. Así fue durante toda su niñez.
-¿No tenían régimen de visita?
-Jamás. Mariana jamás me impuso eso. Me decía: “Ro, te lo mando en diciembre y me lo devuelves en febrero así no queda tan blanco. Me lo llevo a la playa un poquito a finales de febrero y que tome sol”. Claro, en Europa era invierno y sino no iba a poder tener playa. Nunca me puso límites de días y eso no fue un problema. La bondad de ella era absoluta y quizás me lo ha mandado en Navidades que le correspondían a ella.