Que una figura megapopular como Marcelo Tinelli decida hacer un reality familiar donde expone lugares y momentos de su intimidad no deja de llamar la atención. Más sorprende porque lo hace cuando el rating y su imagen positiva no son los de su época de esplendor. ¿Un afán económico? Cuesta creer que Marcelo necesite de un ingreso así para sostener esa vida holgada que la propia serie exhibe. Pero quien sabe, los rumores de aguinaldos y cheques impagos sobrevuelan su productora y todo suma si de afrontar una crisis se trata. ¿O será que el motivo es enfatizar su lado más humano y familiero, acaso para disolver un poco tanta crítica implacable que en los últimos años minaron su imagen pública, ya sea por mesas del hambre, coqueteos políticos o mero resentimiento?
En la serie Los Tinelli que puede verse en Amazon Prime Video lo acompañan sus hijos, algunos ya adultos, otros adolescentes, uno a poco de serlo . A su manera, todos se han criado en una situación de bienestar y oportunidades pero a la vez con una exposición que la impunidad de las redes sociales a menudo les ha cobrado con el severo impuesto del agravio gratuito. Tal es así, que uno de ellos, Francisco, decidió no participar del proyecto. Una pena porque el joven de 26 años habría sido un buen contrapunto masculino al gran protagonismo que por debajo de la figura de Tinelli tienen sus tres hijas -la protectora Micaela y la frontal Cande, fruto de su relación con Soledad Aquino, y la bellísima Juana, la modelo hija de Paula Robles.
El rol del hijo adolescente que dejó vacante Fran lo terminó asumiendo El Tirri. El primo de Marcelo aporta su histrionismo aunque se nota que la figura de su primo lo modera. Su mayor rebeldía parece ser jugar con osados cortes de pelo; y apenas despierta algunas sonrisas relatando anécdotas de sus épocas más desmesuradas, como cuando compraba acres en la Luna. Hoy se conforma con un par de metros cuadrados al lado de Tinelli, cómodo, all inclusive. Lolo, el nene de 10 años del conductor y Guillermina Valdés, es como el hijo de todos y le suma frescura a la historia. Sus momentos padre-hijo con Marcelo son muy genuinos, en especial esa tensa charla playera en la que le plantea al papá la herejía de estar analizando volverse hincha de otro equipo, dadas las sucesivas frustraciones que acumula San Lorenzo. Completan el elenco como partícipes secundarios Coti Sorokin, de cierta relevancia porque durante la serie se muestran los preparativos de su boda con Candelaria; Lisandro López, el novio futbolista de Micaela que, pobre, no se luce ni en el picadito que juegan en Punta, y Mimi Alvarado, la novia del Tirri, protagonista de un sobreactuado entredicho con Milett al mencionarle al pasar a Guillermina Valdés. También aparece Soledad Aquino. El capítulo que describe su larga convalecencia luego de un trasplante de hígado en 2021 que la tuvo al borde de la muerte, es de los más emotivos y le da una sustancia a la serie de la que en otros tramos carece.
En favor de los ocho capítulos de Los Tinelli puede decirse que entretiene, que es atractiva para quienes gustan de fisgar en la vida de los famosos, que está muy bien filmada y que transcurre en bellas locaciones como la hermosa casa de la familia en Punta del Este -en realidad es en La Boyita, camino a José Ignacio. Hay escenas que suceden en ambientes del amplio departamento de Le Parc y también en los hoteles que visitan en algún viaje. Esas puertas abiertas a la confortable intimidad familiar son un regalo para los ojos curiosos del espectador y compensan la escasez de conflictos duros que tiene la historia.
La naturalidad de los conflictos y situaciones que suceden no siempre son debidamente convincentes, algo propio un reality donde todos saben que están interactuando ante cámaras. Por ejemplo, el rol de villana de Milett Figueroa no termina de consumarse aunque mucho gira sobre esa tensión. La bella peruana es mirada de reojo por las hijas del conductor que no terminan de aceptar que el padre la haya incluido en las clásicas vacaciones familiares a tan poco de estar saliendo y ni siquiera les haya avisado. No hay buena química con las chicas y ella tampoco ayuda. Al "pecado" involuntario de tener la misma edad que las hijas mayores de Marcelo, le suma algunas veleidades que el protocolo de la casa censura con gravedad: por ejemplo, llegar tarde a la cena o llamar al personal de cocina con aires de diva. Que Milett y Marcelo estén todo el tiempo "chapando" delante de las hijas como dos noviecitos adolescentes es tan incómodo, incluso para el televidente, que parece forzado para potenciar el fastidio de Cande, Mica y Juana.
Hay algunas escenas interesantes de Marcelo, recostado como si estuviera en un diván, donde de manera introspectiva recuerda algunos momentos duros de su vida. Los problemas de salud mental de su mamá, el alcoholismo de su papá, un embarazo muy avanzado que perdió Soledad Aquino cuando todavía no tenían hijos. En esas fugaces honduras y en el cálido devenir de las situaciones familiares reside lo mejor de la serie, que tal vez sea también lo mejor de Marcelo Tinelli, lejos de las controversias que su imagen pública pueda despertar. Ese Tinelli de entrecasa, en ocasiones controlador, pero siempre afectuoso, generoso, presente, al que para sorpresa sus hijas a veces llaman "Chelo". Hay algo que la serie reafirma: la fuerte unión que tienen sus hijos, a pesar de que no son todas de la misma madre. Realmente el amor entre los hermanos es notorio y ahí sin duda tiene que haber un gran mérito de Tinelli. El padre, el primo, el amigo, incluso el ex marido, genuinamente amado y respetado por quienes mejor lo conocen. El valor de La Flia.