PAREJAS POR CAMINOS DIFERENTES

¡Es posible! Cómo conseguir un buen divorcio

Para charlar este tema de mucho interés, convocamos a la Licenciada Analia Forti referente en el tema y le pedimos algunas sugerencias orientadoras para hablar con los hijos.

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Si bien solemos escuchar que un porcentaje mayor de los divorcios tienen un alto nivel de conflictividad en parejas con hijos, causando un gran dolor entre ellos y secuelas terribles a sus niños, queremos hacerte llegar que hay una buena manera de lograr un acuerdo.

Charlamos por este tema de interés con Analia Forti, Licenciada en Ciencias para la Familia, quién nos explicó: "Las rutas del odio nunca conducen hacia lugares gratos, por lo cual es sugerible no transitar un proceso de divorcio circulando por ellas. Las rutas del dolor que nacen de la frustración ante la realidad, conducen a escenarios de aceptación y evitan la destrucción psíquica de las relaciones parentales y filiales mediante ataques despiadados impulsados por el odio en todas sus formas".

Y agregó: "Transitar un proceso de divorcio por las rutas del dolor, evita que los hijos acaben transformados en misiles para el ataque del progenitor declarado enemigo y los movimientos de venganzas tardías serán exorcizados por el paso del tiempo".

Queriendo saber más, le preguntamos a la Especialista en Educación Familiar y Crianza si es posible un buen divorcio. "Sin lugar a dudas que sí, en caso de ser algo que la pareja que se separa pacte como un acuerdo del pos divorcio. Un buen divorcio implica un movimiento suave de desanclaje y desunión, durante el cual no se pierda la recíproca solidaridad como orientadora del proceso".

"El proceso de ruptura es una difícil travesía para todos los implicados (padres, hijos y familia extensa), porque la sensación de todos es que esos lazos de vida construídos desaparecen y se cortan definitivamente. Sin embargo esto no es así. Los lazos de vida subsisten y a lo largo de las transformaciones del ciclo vital, ofrecen posibilidades de reencuentros (comuniones, egresos, cumpleaños, casamientos, nacimiento de nuevos hijos, llegada de nietos). La pulsión de vida finalmente triunfa por sobre la de muerte", continuó.

Forti reveló que el divorcio es vivido en una primera etapa como un fracaso, ya que no se dan los procesos de elaboración y reparación que permitan resignificarlo como una experiencia positiva. Esto solo sucede cuando se transita por el sufrimiento y por las rutas del dolor hasta poder transmutarlos en aprendizaje, maduración y crecimiento. "En definitiva, un buen divorcio, implica la capacidad de recorrer el camino del duelo por aquello perdido", explica.

La Consultora Psicológica señala que no es habitual observar procesos de divorcio saludables sino conflictivos y esto sucede muchas veces porque quienes los transitan no cuenta con el apoyo necesario para recorrerlo sintiéndose comprendidos, aceptados y acompañados. Se apoya con la palabra como un préstamo de fuerza, respaldo y reflexión. Apoya la familia de origen, el grupo de amistades y todos aquellos que puedan brindar una base segura de apego ante los primeros momentos de desolación y desorientación. El apoyo cumple un rol fundamental en el proceso de construcción de un buen divorcio.

"Cuando me refiero a los apoyos, hago alusión también a esos apoyos materiales ( los lugares, espacios, muebles, vestido de boda, traje, algún mueble de antepasados que los vincula al linaje). Esos objetos no revisten el valor material de bienes sino el de soportes significativos, refugios, recuerdos, proyecciones de momentos felices pasados que conservan memorias de un proyecto que se desarma. Los objetos materiales tienen carga afectiva porque poseen una dimensión simbólica de seguridad y es por esta carga libidinal que poseen, que se vuelven causa de alta conflictividad y disputa. No se está disputando solo el bien sino aquello que simboliza" manifestó.

Por este motivo dice que: "en esta primer etapa de caos y soledad, la situación de apoyo genera pacificación interior para todos (padres e hijos). La desoladora presencia del abandono es sustituída por una presencia que cuida, ampara y facilita la descarga tensional generando alivio. El apoyo evita que los integrantes de la pareja se desestabilicen mutuamente.

"En el buen divorcio (divorcio constructivo o saludable) la pareja puede ir desprendiéndose de manera gradual de aquello que los unía para elegir la convivencia. Las despedidas no son traumáticas sino liberadoras, aliviadoras y el sistema de apoyo mutuo entre los integrantes de la pareja no se fractura sino que se transforma. En los divorcios patológicos la ruptuira produce un colapso narcisista con un derrumbe que se traduce en una lucha sin cuartel sobre aquel apoyo devenido en adversario. Uno de los miembros de la pareja se resiste a perder a ese cuerpo común , a esa unidad, a ese apoyo psíquico. Esos son divorcios caóticos donde el cambio es vivenciado como catastrófico que complejiza la reorganización del sistema familiar porque toda la familia se encuentra desestabilizada y se establece un clima de violencia y desafectividad que impide la pacificación del sistema familiar", recalca.

Y determina que "son muchos y variados los efectos que una separación produce en los hijos, sin embargo la variante fundamental es el nivel de conflicto existente entre los padres antes o después de producirse el divorcio. Una vez superada la etapa del pre divorcio donde surgen los reproches, las críticas, los enfrentamientos y las dificultades en la comunicación junto con la distancia emocional, llega el momento en que ambos, o uno de los dos, toma conciencia del conflicto y se produce la ruptura. Uno de ellos abandona la casa familiar y es ahí cuando comienza el proceso de elaboración del duelo. Tratarán de hacer mínimos acuerdos posibles y llegará o no el divorcio legal y con él la reorganización familiar que constituye el gran desafío para los cónyuges y para los profesionales que acompañamos el proceso. Es tiempo de facilitar en ellos la reflexión y la elaboración de la situación para que puedan realizar acuerdos que les permitan cumplir con las obligaciones compartidas como padres".

Como una excelente mediadora familiar detalla: "Un divorcio siempre genera como consecuencia la pérdida del estilo de vida habitual de esa familia, junto a sentimientos de rabia, frustración, culpa, vivencia de fracaso y distorsión de la imagen de sí mismo. Desde mi experiencia en consultorio, una de las tareas mas difíciles es la escasa capacidad de los adultos para reconocer la aceptar la propia contribución a la ruptura del matrimonio. Se requiere una dosis importante de autocrítica y de reflexión para aceptar la propia responsabilidad y no depositar todas las culpas sobre el otro, causando un daño irreparable".

"Los adultos deben detenerse a reflexionar sobre cómo van a comunicar esta noticia a los hijos. Cómo les hablarán sobre esto para poder cuidarlos", concluye. 

Le pedimos a la Licenciada Analía Forti algunas sugerencias orientadoras para hablar con los hijos, a lo que nos recomendó:

* Siempre es preferible no mencionar nada a los hijos hasta que la pareja no esté segura de la decisión tomada.

* La decisión debe ser explicada de forma clara para que puedan elaborarla (la información no debe ser ambigua).

* Siempre decir la verdad aunque resulte dolorosa (esto evita las dudas y falsas ilusiones).

* Es sugerible que los padres acuerden previamente cómo se lo comunicarán.

* Siempre es mejor que se lo comuniquen juntos y que hablen por turnos.

* Todo lo que los hijos pregunten debe ser respondido con la verdad y si alguna respuesta no la tuvieran, dirán francamente “aún no lo sabemos.

* Los padres deben estar preparados para el llanto o la tristeza de los hijos,

* No deben hacer partícipes a los hijos de luchas de poder ni hacerles conocer detalles que no es necesario que conozcan.

* Siempre deben dejarles en claro que ellos no son culpables ni responsables de esta separación, que son cuestiones de adultos

* No es sugerible hablar de la posibilidad de nuevas parejas en ese primer momento.

* El trabajo del perdón es quizás la tarea más difícil y sin embargo vale lo que cuesta porque el buen divorcio es aquél donde hay cuidado mutuo y generosidad porque se ha logrado superar el resentimiento. Al no perdonar, el riesgo es mantener con el otro una relación intrapsíquica intoxicante cargada de afectividad negativa. Esto impide lo liberador del perdón que anula la deuda por las miserias vividas compartidas. La reconciliación interior es liberadora y generadora de alivio.

* No caben dudas que el perdón que conduce al buen divorcio es una tarea difícil y también posible, que abre horizontes de renovación vincular.

 

Lic. Analia Forti

Licenciada en Ciencias para la Familia

Consultora Psicológica

Especialista en Educación Familiar y Crianza

Mediadora Familiar

Escritora

Conferencista

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