Practicado desde hace miles de años en la India, el yoga es una actividad que impacta positivamente en quienes la practican, aportando tranquilidad y equilibrio a sus vidas. Y esto también es extensible a los niños.
En los más pequeños, esta disciplina milenaria sirve para promover un crecimiento sano, ayuda a crear un mejor ambiente familiar y, gracias a las técnicas de respiración y meditación, establece un estilo de vida más relajado.
A nivel físico, su práctica brinda una mejor coordinación y equilibrio, manteniendo su columna vertebral en una posición correcta, ya que a veces los chicos suelen adoptar malas posturas.
A partir de los 4 años, los niños ya tienen un dominio consciente de su cuerpo y mente, por lo tanto, pueden controlar cualquiera de los movimientos que el yoga exige. Además, ellos cuentan con una flexibilidad natural que facilita su destreza en la práctica.
Por otro lado, el yoga tiene un impacto especialmente positivo en niños muy hiperactivos o que se distraen fácilmente, ya que les ayudará a tener un dominio mental, físico y de comportamiento, al mismo tiempo que fomenta la construcción de una base para una vida más equilibrada.
Al no desarrollarse su práctica en un ambiente de competencia y agresividad, el yoga ayuda a mejorar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, disminuyendo niveles de ira y propiciando la interacción con otros. También los ayuda a canalizar la energía excesiva, relajarse y calmar la ansiedad.
Asimismo, por las características de algunas asanas les exige cierto nivel de concentración y un control de sus emociones y pensamientos, favoreciendo que poco a poco adquieran estas habilidades en sus actividades cotidianas.